lunes, 3 de mayo de 2010

Hemeroteca Nacional: Cambio de Discriminador


El director de la Biblioteca Nacional, e integrante de Carta Abierta, Horacio González nos anoticia acerca de la decisión tomada de cambiar el nombre de la Hemeroteca de la institución, denominada Gustavo Martínez Zuviría en homenaje a quién fuera durante un cuarto de siglo antecesor de González en el cargo, respondiendo al reclamado formulado durante 5 años "por parte de numerosas instituciones y personas".



Mas allá de sus dotes como bibliófilo y bibliotecario, lo que se cuestiona al escritor Martínez Zuviría, que escribía con el seudónimo de Hugo Wast, es su perfil no ya reaccionario, sino decididamente antijudío, lo que quedó reflejado en algunas de las novelas de su prolífica producción, tales como Kahal y Oro, que parecen inspiradas directamente en la lectura de Los Protocolos de los Sabios de Sión.



Si no un mérito, por lo menos una curiosidad de la pervivencia hasta ahora de Martínez Zuviría en el nomenclador de tan prestigiosa institución, es que su nombre durara tanto en un ámbito tradicionalmente dominado por el establishment cultural argentino, de características liberales, en el que no sorprende encontrar a Groussac y a Borges, a Victoria Ocampo y Bioy Casares, pero sí a él.



Sie embargo, a poco que reflexionemos, advertiremos que el nacionalismo sin pueblo, que de tanto rescatar raíces hispanas parece terminar lamentando el 25 de mayo de 1810, y que de tan antibritánico terminó proponiendo un cambio de amo durante la 2da. Guerra Mundial, tiene un claro punto de contacto con los cultores del Olimpo liberal: su aversión a la democracia popular, al nacionalismo entendido como expresión del pueblo.



Pero estas líneas no están destinadas, en realidad, a reflexionar sobre la figura del filonazi ahora depuesto, sino sobre su sucesor.



Es que Horacio González informa que el nombre elegido para rebautizar a la Sala de lectura de la Hemeroteca es el de Ezequiel Martínez Estrada. Autor de libros que aún se citan, pero que ya no se leen, como Radiografía de La Pampa, La Cabeza de Goliath, ¿Que es Esto?, y numerosos mas, hay un rasgo de su producción y, sin duda, de su análisis a la realidad, que es oportuno destacar: su visceral antiperonismo.



Una pequeña muestra, en el marco de su prolífica pluma bastará para saber de que hablamos:



Sobre Perón: "En la figura de Perón y en lo que él representó y sigue representando, he creído ver personalizados si no todos, la mayoría de los males difusos y proteicos que aquejan a mi país desde antes de su nacimiento." (...) "Nada de extraño, pues, que como Lutero en Wittenberg arroje yo mi tintero contra su sombra en la pared. Se comprende que por mucho daño que haya padecido yo en porción multimillónesima, el daño que sus tropelías han causado a mi país y a mi pueblo son infinitamente mayores."



Sobre Evita: "Ella era una sublimación de lo torpe, ruin, abyecto, informe, vengativo, ofídico; y el pueblo vió que encarnaba atributos de dioses infernales. Su resentimiento contra el género humano, propio de una actriz de terceros papeles, se conformó con descargarse contra un objetivo concreto: la oligarquía y el público de los teatros céntricos." (en Revista Todo es Historia, junio de 1968)



Sobre el Pueblo el 17 de Octubre: "era un sector numeroso del pueblo, el de los resentidos, el de los irrespetuosos, individuos sin nobleza...turba...populacho...horda...recogida con minuciosidad de hurgador en los tachos de basura, residuos sociales...hez de nuestra sociedad...pueblo miserable de descamisados y grasitas, desdichado pueblo que ha perdido el respeto...nuevo tipo étnico de cabecitas negras y peloduro." (En ¿Que es Esto?, 1956).



Aunque estas líneas citadas sugieren que Horacio González reemplaza la discriminación antijudía por la discriminación al criollo, lo que me parece mal es que se desaproveche la ocasión de salir de la lógica tradicional en la cultura oficial argentina, de rendir tributo al pensamiento colonizado, sea este de izquierda o de derecha. Hombres de la cultura, con signo nacional no faltan. Lo que falta es acordarse de ellos.



Sin embargo de todo esto se puede rescatar que en épocas en las que los sectores de oposición gustan de divulgar fábulas referidas al autoritarismo oficial, por decir poco, o a las livianas e irresponsables comparaciones con todo género de dictaduras, desde Ceausescu a Hitler, el campo popular sigue poniendo la otra mejilla, homenajeando a quienes lo agravian.

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