Históricamente, desde los albores de la patria, la Plaza de Mayo fue el ágora argentina, escenario de momentos decisivos de la vida nacional.
Desde aquel 22 de mayo de 1810 cuando French y Beruti hicieron el trabajo de filtrado para dejar pagando a la “gente decente” convocada al Cabildo Abierto, lo que terminó siendo decisivo en la caída del virrey Cisneros y en el subsiguiente trabajoso comienzo del derrotero que nos llevaría a ser una Nación independiente, la Plaza fue además escenario y testigo de pronunciamientos populares.
Fue, por supuesto, el ámbito donde irrumpió súbitamente, para sorpresa de muchos, el “subsuelo de la patria sublevado” que dijera Scalabrini, el 17 de Octubre de 1945, marcando el definitivo encuentro del pueblo argentino con un liderazgo representativo. Fue desde entonces una plaza eminentemente peronista, fuertemente ligada a simbología y liturgias de ese gran movimiento político. Fue cada primero de mayo y cada 17 de octubre, el ámbito de encuentro y regocijo de un pueblo feliz con su líder.
Fue también el ámbito regado con la sangre de mártires el siniestro día del genocida bautismo de fuego de la aviación naval, allá por junio de 1955.
Fue también, y a contramano de su destino, escenario del festejo de los vencedores de setiembre del 55, la únicas vez que el antiperonismo, asumiéndose como tal, festejó algo en ese ámbito.
Fue la Plaza, más sin pueblo, silencioso testigo del triste desenlace de procesos democráticos interrumpidos en reiteradas oportunidades, cuando se llenó de ropajes verdes y de voces y sonidos militares.
Fue multitudinario escenario de un paso decisivo en la tragedia de desencuentros argentinos el 1° de Mayo de 1974 y muy poco después de la despedida de Perón con su pueblo.
Fue el ámbito de la silenciosa génesis de la gesta mediante la cual un grupo de mujeres desarmadas iba a abatir a una dictadura que en su soberbia pensó que eran una “locas”, sin advertir que ese ámbito sería resignificado para siempre por las Madres.
Fue escenario de festejos deportivos politizados, de alegrías que se trocaron en llantos en 1982, de esperanzas frustradas en la Semana Santa de la claudicación alfonsinista.
Fue el espacio donde se ahogaron en sangre y fuego en 2001 no sólo el gobierno de De la Rúa sino un modelo de país destructivo y excluyente.
Fue, últimamente, el lugar de peregrinaje que albergó al pueblo llegado allí para defender a la democracia. A despecho de quienes prefieran ver en las multitudes a desclasados sedientos de coca y hambrientos de choripán, fue y será un ámbito propio para militantes populares que lavan sus patas, pero no sus convicciones en las aguas de su fuente, mas no de prejuiciosos tefloneros, los que mas allá de alguna incursión protegida por la férrea escolta de troskos y asambleístas de San Telmo, prefieren en lo posible no aventurarse mas allá de Callao y Santa Fe.
Si la inminente concentración convocada para el martes en la Plaza de los Dos Congresos establece un nuevo ámbito de pertenencia popular en un lugar profundamente ligado a la institucionalidad, cabe preguntarse si el acto que el mismo día y a la misma hora permitirá a la conducción agropatronal encontrarse con sus aliados tradicionales y con los sectores medios que irán a hacer profesión de fe de su asumida “opción por los ricos”, implica también una novedad en cuanto a la ligazón entre un espacio público y un sector social que lo hace simbólicamente suyo.
Creo personalmente que la elección no pudo ser más acertada. Mucho mejor sin duda que la eventualmente barajada del Obelisco, un lugar céntrico fundamentalmente vinculado con los festejos futboleros, y carente del charmé del coqueto y amplio espacio palermitano.
El mal llamado Monumento de los Españoles, oficialmente denominado La Carta Magna y las Cuatro Regiones Argentinas, se encuentra a medio camino entre los antiguos Portones de Palermo, antiguamente el acceso a la estancia en la que residía y gobernaba don Juan Manuel de Rosas, y el casco de dicha estancia. Escenario de fuegos de artificio cada vez que se acerca fin de año, los amigos de efusividades espectaculares pero vanas no se sentirán defraudados el martes, cuando por arte de birlibirloque el interés nacional sea empardado con el bolsillo de los ruralistas y la defensa de las instituciones sea voceada por sus históricos violadores. Las oligarquías que cada vez que dejan de detentar el poder formal acusan de desunir a los argentinos a quienes pretendan barajar y dar de nuevo de acuerdo al interés de todos, estarán en un escenario propicio para evocar la marcada tolerancia de sus antecesores que bautizaron con el nombre de Sarmiento al callejón de entrada a la estancia de Rosas y le zamparon la estatua de Urquiza en el sitio donde se levantaba el casco de la misma. Exquisitas muestras de voluntad de unión de los mismos que concretaron su obra maestra levantando el monumento a Lavalle en el solar donde se erigía la casa de Dorrego, el mandatario al que él asesinó.
Fue además escenario del Congreso Eucarístico Internacional de 1934, organizado en plena Década Infame por el fraudulento presidente Justo, con la participación del hitlerjugend Eugenio Pacelli, futuro soberano del Vaticano, qué sirvió de misa de esponsales entre la Iglesia y la oligarquía gobernante, hasta entonces exponente de una liberal irreligiosidad.
Es probable que estas disquisiciones históricas sean desconocidas para la mayoría de los concurrentes a esa asamblea, y que quizás no puedan ligar ese pasado con este presente. Pero creo que la mas palmaria prueba del acierto en la elección del lugar para el acto de fe agropatronal no podrá escapar a la percepción del mas distraído: el monumento junto al que se levantará el escenario desde el que se efectuarán las deposiciones vacunas, desde el que se hará grito en mil voces la proclama d’angeliana de “El lomo costará en esta patria 80 pesos el kilo o la bandera flameará sobre sus ruinas” , se encuentra equidistante y cercano a dos ámbitos de irrenunciable pertenencia para los allí congregados, dos ámbitos que definen opciones ideológicas y culturales de manera indeleble. Son ellos la Embajada de los Estados Unidos de América y la jaula de los gorilas del Jardín Zoológico.
Desde aquel 22 de mayo de 1810 cuando French y Beruti hicieron el trabajo de filtrado para dejar pagando a la “gente decente” convocada al Cabildo Abierto, lo que terminó siendo decisivo en la caída del virrey Cisneros y en el subsiguiente trabajoso comienzo del derrotero que nos llevaría a ser una Nación independiente, la Plaza fue además escenario y testigo de pronunciamientos populares.
Fue, por supuesto, el ámbito donde irrumpió súbitamente, para sorpresa de muchos, el “subsuelo de la patria sublevado” que dijera Scalabrini, el 17 de Octubre de 1945, marcando el definitivo encuentro del pueblo argentino con un liderazgo representativo. Fue desde entonces una plaza eminentemente peronista, fuertemente ligada a simbología y liturgias de ese gran movimiento político. Fue cada primero de mayo y cada 17 de octubre, el ámbito de encuentro y regocijo de un pueblo feliz con su líder.
Fue también el ámbito regado con la sangre de mártires el siniestro día del genocida bautismo de fuego de la aviación naval, allá por junio de 1955.
Fue también, y a contramano de su destino, escenario del festejo de los vencedores de setiembre del 55, la únicas vez que el antiperonismo, asumiéndose como tal, festejó algo en ese ámbito.
Fue la Plaza, más sin pueblo, silencioso testigo del triste desenlace de procesos democráticos interrumpidos en reiteradas oportunidades, cuando se llenó de ropajes verdes y de voces y sonidos militares.
Fue multitudinario escenario de un paso decisivo en la tragedia de desencuentros argentinos el 1° de Mayo de 1974 y muy poco después de la despedida de Perón con su pueblo.
Fue el ámbito de la silenciosa génesis de la gesta mediante la cual un grupo de mujeres desarmadas iba a abatir a una dictadura que en su soberbia pensó que eran una “locas”, sin advertir que ese ámbito sería resignificado para siempre por las Madres.
Fue escenario de festejos deportivos politizados, de alegrías que se trocaron en llantos en 1982, de esperanzas frustradas en la Semana Santa de la claudicación alfonsinista.
Fue el espacio donde se ahogaron en sangre y fuego en 2001 no sólo el gobierno de De la Rúa sino un modelo de país destructivo y excluyente.
Fue, últimamente, el lugar de peregrinaje que albergó al pueblo llegado allí para defender a la democracia. A despecho de quienes prefieran ver en las multitudes a desclasados sedientos de coca y hambrientos de choripán, fue y será un ámbito propio para militantes populares que lavan sus patas, pero no sus convicciones en las aguas de su fuente, mas no de prejuiciosos tefloneros, los que mas allá de alguna incursión protegida por la férrea escolta de troskos y asambleístas de San Telmo, prefieren en lo posible no aventurarse mas allá de Callao y Santa Fe.
Si la inminente concentración convocada para el martes en la Plaza de los Dos Congresos establece un nuevo ámbito de pertenencia popular en un lugar profundamente ligado a la institucionalidad, cabe preguntarse si el acto que el mismo día y a la misma hora permitirá a la conducción agropatronal encontrarse con sus aliados tradicionales y con los sectores medios que irán a hacer profesión de fe de su asumida “opción por los ricos”, implica también una novedad en cuanto a la ligazón entre un espacio público y un sector social que lo hace simbólicamente suyo.
Creo personalmente que la elección no pudo ser más acertada. Mucho mejor sin duda que la eventualmente barajada del Obelisco, un lugar céntrico fundamentalmente vinculado con los festejos futboleros, y carente del charmé del coqueto y amplio espacio palermitano.
El mal llamado Monumento de los Españoles, oficialmente denominado La Carta Magna y las Cuatro Regiones Argentinas, se encuentra a medio camino entre los antiguos Portones de Palermo, antiguamente el acceso a la estancia en la que residía y gobernaba don Juan Manuel de Rosas, y el casco de dicha estancia. Escenario de fuegos de artificio cada vez que se acerca fin de año, los amigos de efusividades espectaculares pero vanas no se sentirán defraudados el martes, cuando por arte de birlibirloque el interés nacional sea empardado con el bolsillo de los ruralistas y la defensa de las instituciones sea voceada por sus históricos violadores. Las oligarquías que cada vez que dejan de detentar el poder formal acusan de desunir a los argentinos a quienes pretendan barajar y dar de nuevo de acuerdo al interés de todos, estarán en un escenario propicio para evocar la marcada tolerancia de sus antecesores que bautizaron con el nombre de Sarmiento al callejón de entrada a la estancia de Rosas y le zamparon la estatua de Urquiza en el sitio donde se levantaba el casco de la misma. Exquisitas muestras de voluntad de unión de los mismos que concretaron su obra maestra levantando el monumento a Lavalle en el solar donde se erigía la casa de Dorrego, el mandatario al que él asesinó.
Fue además escenario del Congreso Eucarístico Internacional de 1934, organizado en plena Década Infame por el fraudulento presidente Justo, con la participación del hitlerjugend Eugenio Pacelli, futuro soberano del Vaticano, qué sirvió de misa de esponsales entre la Iglesia y la oligarquía gobernante, hasta entonces exponente de una liberal irreligiosidad.
Es probable que estas disquisiciones históricas sean desconocidas para la mayoría de los concurrentes a esa asamblea, y que quizás no puedan ligar ese pasado con este presente. Pero creo que la mas palmaria prueba del acierto en la elección del lugar para el acto de fe agropatronal no podrá escapar a la percepción del mas distraído: el monumento junto al que se levantará el escenario desde el que se efectuarán las deposiciones vacunas, desde el que se hará grito en mil voces la proclama d’angeliana de “El lomo costará en esta patria 80 pesos el kilo o la bandera flameará sobre sus ruinas” , se encuentra equidistante y cercano a dos ámbitos de irrenunciable pertenencia para los allí congregados, dos ámbitos que definen opciones ideológicas y culturales de manera indeleble. Son ellos la Embajada de los Estados Unidos de América y la jaula de los gorilas del Jardín Zoológico.
1 comentario:
te olvidaste la plaza del Si de Menem, a la que fueron muchos mezclados de los que ahora estuvieron en congreso y en palermo.
Como cuadra esto con tu visión de ese espacio público_?
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