Aerolíneas Argentinas vuelve a casa. La media sanción de Diputados parece que, esta vez, va a ser acompañada sin sorpresas por el Senado. Mantengamos el parece por ahora, con los Padres de la Patria nunca se sabe…
De todas maneras, el trámite en Diputados sirvió también para ir orejeando algunas cosas acerca de cómo será, o intentará ser el accionar oficial de aquí para adelante. Pese al castigo recibido, y aprendiendo de la derrota, se le animó a una medida que previsiblemente debía ser peliaguda. Recuperar la aerolínea de bandera es una decisión sólo imaginable en una gestión K, mirando desde los ’90 para aquí y, lamentablemente, también mirando para adelante.
Si de algo sirven los tropiezos es para no volver a patear la misma piedra. Así que si había algo para cambiar del proyecto original, hubo reflejos para que el cambio fuera rápido y sumara. No se hizo ascos ni hubo fundamentalismos a la hora de corregir deficiencias del texto original del proyecto, y mandar el acta Jaime-Marsans al altillo. El texto final, mejorado, sirvió además para que el SI y el solitario pinista abandonaran las malas compañías a las que quedaron pegados en el tema retenciones y sumaran su voto. En realidad estaban tentados para hacerlo, sobre todo la gente de Proyecto Sur, cuya sangría no se detuvo desde el voto agropatronal de Lozano.
De todas maneras, el trámite en Diputados sirvió también para ir orejeando algunas cosas acerca de cómo será, o intentará ser el accionar oficial de aquí para adelante. Pese al castigo recibido, y aprendiendo de la derrota, se le animó a una medida que previsiblemente debía ser peliaguda. Recuperar la aerolínea de bandera es una decisión sólo imaginable en una gestión K, mirando desde los ’90 para aquí y, lamentablemente, también mirando para adelante.
Si de algo sirven los tropiezos es para no volver a patear la misma piedra. Así que si había algo para cambiar del proyecto original, hubo reflejos para que el cambio fuera rápido y sumara. No se hizo ascos ni hubo fundamentalismos a la hora de corregir deficiencias del texto original del proyecto, y mandar el acta Jaime-Marsans al altillo. El texto final, mejorado, sirvió además para que el SI y el solitario pinista abandonaran las malas compañías a las que quedaron pegados en el tema retenciones y sumaran su voto. En realidad estaban tentados para hacerlo, sobre todo la gente de Proyecto Sur, cuya sangría no se detuvo desde el voto agropatronal de Lozano.
Un tema que merece atención es la rotunda diferencia exhibida por la oposición cuando le basta con decir que no, como pasó durante el conflicto agropatronal, y cuando debe mostrarse propositiva. Aquí no bastaba con empacarse en la negativa, había que mostrar ideas y propuestas alternativas. Y si, las mostraron. A contramano del más elemental conocimiento del Código de Comercio, de la Ley de Quiebras y del sentido común, se supuso posible dejar quebrar AA, y “armar” otra aerolínea en un par de días. La necedad también se aprende, y ejercer la función opositora con un martillo en la mano, como se estila en estas pampas, resulta una buena escuela. El problema es que para ser alternativa de gobierno hay que dar la idea de que se puede administrar, dar respuestas, enfrentar problemas. Hay que quererlos mucho a Carrió, Macri, Morales, Pinedo, Bullrich and Co., para imaginarlos jineteando conflictos exitosamente. Aún con el plus para ellos de que ciertamente no confrontarían con ningún factor de poder real. A lo sumo, con el pueblo…
La recuperación de Aerolíneas Argentinas importa seguramente un enorme desafío. En un país en el cual los transportes terrestres colapsan y los ferroviarios han sido exterminados por mano de verdugo, la ausencia de una empresa capaz de comunicar al país no es un lujo, sino una necesidad impostergable. Esta decisión gubernamental importa quizás la última oportunidad para tener una política aeronáutica. El irrealizable proyecto alternativo era tan solo el paso previo a la apertura de los cielos a las compañías extranjeras (viejo y no renunciado anhelo usamericano), lo que en estas circunstancias implicaría un mazazo a nuestra política turística, a las relaciones comerciales, y aún a las comunicaciones personales, que quedarían supeditadas a consideraciones exclusivamente crematísticas del capital extranjero. La ausencia de políticas públicas, la retirada del Estado de ámbitos en los que su presencia se demostró insoslayable es una herida aún no cerrada, abierta en la década anterior. El desafío para el Estado administrador y sin duda también para los gremios aeronáuticos es demostrar que se puede hacer bien lo que nos quieren hacer creer a los argentinos que no podemos hacer bien. La gestión postal y de agua potable, ya recuperadas, demuestran hasta ahora un rumbo que nuestra Aerolíneas Argentinas debe y puede mejorar.
El gobierno de Cristina tiene la obligación de no cometer errores, de elegir bien a los encargados de gestionar la empresa recuperada y de, como no, afilar el lápiz y los saberes jurídicos para no pagar ni una peseta a los que maniobraron ilegalmente en España y en la Argentina para llenarse los bolsillos fraudulentamente a costa de la ruina de Aerolíneas.
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