En política hay usos y prácticas que resultan más elocuentes que mil palabras.
Desde que cruzó el Rubicón con su voto no positivo, Judas C. Cobos Daract ha venido emitiendo señales a contramano de sus palabras que grafican con absoluta claridad cual es el rumbo que eligió.
Ha optado, eso sí, seguramente convencido de que aparecer como el negativo del estilo K lo favorece, por revestir aún la mas absoluta insolencia hacia su compañera de fórmula, con las formas de la amabilidad y del estilo “no confrontativo” que la prensa biempensante reclama.
Actitud no confrontativa, que en tren de preservar la institucionalidad, impedirle la victimización y, al fin, resistir estoicamente el previo error de haberlo subido a la fórmula, ha optado también por practicar Cristina K., recibiéndolo rápidamente y abortando el paso de comedia de errores que proponía la prensa.
Desde la babosa explicación para su actitud que diera desde el propio sillón de la presidencia del Senado, en el mismo momento en el que aplicaba una puñalada trapera al proyecto que lo llevó a la vicepresidencia, hasta sus actos posteriores, ha oscilado entre el papel de vestal republicana ofendida, y el de candidato en ciernes dándose baños de multitudes condescendientes.
Pero queda claro, justamente por aquello de que las prácticas en política expresan mensajes con meridiana claridad, que declamar voluntad de profundizar el compromiso previamente contraído, y asegurar que la concertación sigue, no es compatible con la renuncia, uno tras otro, de los hombres de su sector que se incorporaron el diciembre pasado al Ejecutivo. Y no parece creíble la alegada razón para tal conducta, pues el clima de desconfianza pretextado, solo puede ser generado y alentado por los sucesivos actos del vice y de los suyos.
De movida, no pareció propio de un hombre confrontado con la decisión “mas difícil de su vida”, la gozosa vuelta olímpica que dio apenas veinticuatro horas después, en camino a su hogar cuyano, y menos aún su salida a saludar envuelto en una bandera argentina, adhiriendo ya no solo con su voto, sino con coreografía y vestuario al bando destituyente.
Las explicaciones posteriores, echando el fardo de su decisión a los humores de las niñas de su familia, sólo servirían, de poder ser tomadas en serio, para reducir la imagen del pretendido estadista hasta la minúscula talla del papá sin carácter.
Ha tenido, eso sí, numerosas muestras de aprecio y palmadas en los hombros que superan largamente el nivel de las expresiones públicas de los opositores al gobierno y de los dirigentes agropatronales. Es quizás en las otras, en las recibidas antes y después de su apostasía en reuniones privadas, donde probablemente Judas Cobos haya recibido las más alentadoras manifestaciones. Resulta oportuno recordar, por ejemplo, su encuentro privado con Monseñor Bergoglio, en los días previos a la decisiva votación en el Senado, en la que según trascendidos de prensa, el hombre de la Iglesia lo consultó acerca de su disposición para “asumir responsabilidades mayores”. Esa pregunta, dirigida a un Vicepresidente de la Nación, sólo tiene una inteligencia posible, si descartamos que Ratzinger estuviera por ofrecerle el Obispado de Mendoza.
En el día de ayer, mientras su hombre en la Cancillería y el más lenguaraz de los funcionarios cobistas, Pechi Quiroga, presentaba su renuncia, Judas se ponía redundante y se daba una vuelta por la exposición ruralista en Palermo, en busca de los plácemes y el besamanos que obtuvo.
Si el vice está en una línea conspirativa propia y sale todos los días con la caña de pescar en la mano a ver que obtiene, o bien si es parte de una movida mayor en la que él juega el previsible papel de mascarón de proa, es algo que quizás quede revelado en los días por venir.
En uno u otro caso, el nivel de estulticia y falta de tino político del cuyano resulta difícil de empardar, aún con los recientes ejemplos de algunos de sus correligionarios mas ejemplares, con Fernando de la Rúa a la cabeza.
Quizás Judas Cobos debiera poder diferenciar que una cosa es la simpatía generada en la oposición por la visión de alguien que sale de las filas enemigas abriendo fuego contra su propia trinchera, y otra la continuidad de ese afecto a la hora de construir alianzas duraderas, cuando las transfugueadas son miradas, con mas calma, como lo que realmente son y el perfil moral y la confiabilidad generada por el tránsfuga adquieren su verdadera dimensión. Por algo la frase “Roma no paga traidores” ha hecho tan buena carrera durante un par de milenios.
Por otra parte, como la oposición debe soportar, al menos por ahora, el hecho de que las autoridades son elegidas por el voto popular, las posibilidades cléticas en tal marco parecen relativas. El impacto excitante de su voto refulgió como un cometa restallante en aquella madrugada inolvidable, pero apagado su fulgor, parece realmente dudoso que pueda seducir como piloto de tormentas para un país como el nuestro la figura de aquel que parecía cercano al colapso y a la micción involuntaria a la hora de tomar su decisión. Y si alguno, en caso de duda, repasara de qué fuerza política viene, y cual ha sido la templanza de los últimos representes del radicalismo tardío en las horas difíciles, eso lo ayudará bien poco.Si su mirada es aún más cortoplacista, y se tomó en serio la pregunta-propuesta de Bergoglio, especulando con un derrumbe de la gestión de Cristina que lo invistiera con una banda de talle a todas luces grande para él, sus perspectivas no parecen mejores. Sin estructura propia, rodeado de mandantes mas poderosos que él cualquiera sea la vara de medida, y seguramente debiendo lidiar con un humor social espantoso, sus posibilidades de supervivencia política e institucional serían menores que las de un flato en una bañera, por decirlo con prudencia.
Ignoramos si la decisión de Judas C. Cobos Daract estuvo influida por algún estímulo en metálico o especie, aunque debieramos descartarlo pues la prensa respetable de nuestro país nos ha enseñado que tales artimañas solo se le podrián ocurrir al gobierno y jamás a los hombres probos y laboriosos, a la vez que escasos en recursos, que se paran en la vereda de enfrente. Descartada también la explicación del berrinche de las niñas, en homenaje a nuestra cordura, va quedando en pie la de la decisión política, que cada día que pasa y a la luz de sus actos y de su comportamiento propio de un candidato en campaña, parece ser la mas creíble. Es muy probable que el voto cletiano refleje en realidad su real posicionamiento, y sus creencias profundas, alineándose con la oligarquía argentina en una expresión de militancia clasista.
Pero la página que escribió en la historia argentina, convirtiéndose en el primer Vicepresidente que vota en contra del Gobierno al que pertenece y dándole una estocada cuyo significado no puede ignorar un hombre de su trayectoria en política no pueden dejarlo bien parado, no ya en los libros que se escriban mañana, sino en el futuro inmediato. Si hubiera actuado de buena fe, le quedaban dos caminos: el voto a favor por coherencia política y la renuncia inmediata posterior, o el voto en contra, por íntima convicción, o por lo que fuera, y la renuncia inmediata posterior. Pero que no actuó de buena fe, lo van diciendo sus actitudes de cada día que pasa.
El laberinto en que entró voluntariamente, parece tener un solo destino y este sólo puede ser el noveno círculo del infierno, ámbito incómodo si los hay para los hombres de la política.
Es que, aún admitiendo las sinuosidades del historial electoral argentino, no parece la traición la mejor carta de presentación para quién pretende tener proyección política. Los ha habido sin duda, y un riojano, decrépito ejemplar de la especie, dió fe de ello participando desde su banca en el Senado de la derogación de las retenciones. Solo que él, a diferencia del cuyano, tuvo la prudencia de mostrar las uñas una vez electo y no antes. Y, aún para hacer daño, era bastante mas despierto, por lo menos en su época prebolocciana, que don Cleto.
Considero, y así dejo expresada mi opinión, de que su futuro, como ayer su voto, no es positivo.