Y traído por la lluvia y los vientos me siento nuevamente a picotear el tablero de mi PC, tras una ausencia respecto de la cual sólo puedo decir que si a alguno no le pasó inadvertida, se lo agradezco. Aquí estoy de nuevo, procurando reflexionar con quienes me visiten.
El último día del mes transcurre, y yo no quiero dejarlo ir sin reflexionar sobre lo trascendente que vivimos este noviembre. Un repaso debe ser encabezado por el hecho de mas largo alcance y significación que transcurrió durante estas 4 semanas y dos días: el fin del sistema jubilatorio que padecíamos desde 1994.
En términos de trascendencia política esta medida supera, para mi gusto, prácticamente a cualquiera que se haya tomado desde el inició de la gestión K, en mayo de 2003. Porque ha pegado en la línea de flotación de un sistema de poder financiero al que muchos le ladran pero pocos lo muerden. En términos de reversión del modelo de los ’90, tan denostado pero aún tan vigente en todos los escenarios de la vida nacional, es una medida fundamental, acompañada hasta aquí poco mas que por el cambio de tendencia en materia de legislación laboral que se viene registrando lentamente.
Yo pasé por el frente del Congreso en momentos en los que el Senado debatía el fin de las AFJP. Nadie hubiera podido señalar que adentro se debatía algo tan importante para los trabajadores y para el Estado. Una docena de militantes de APOPS tocaban redoblantes sobre la esquina de Hipólito Yrigoyen. En frente, en el enyetado sitio que otrora ocuparon las carpas oficiales durante el debate de la 125, estaban unos 40 empleados de las administradoras, con una bandera tachonada de crespones negros. Poco mas. Quizás la falta de épica para las gestas oficiales sea un signo de su estilo. Yo lamento que sólo se convoque al pueblo cuando parece que perdemos.
Ayer una compañera me mostraba el último mensaje de su ex administradora. En el lenguaje críptico que caracterizó siempre a estos vendedores de humo le informan, afortunadamente por última vez, acerca del valor cuota y de las cuotas acumuladas. Ni una línea que aclara con que se come eso, que significa en términos de dinero. Un rápido cálculo me permitió informarle que 14 años de aportes a su “cuenta individual” le permitían gozar de $20.000.-, lo que significa que si hoy dejara de laborar si expectativa de vida le permitiría percibir la friolera de $70.- por mes. ¡Y a vivir…! Si con parejos ingresos y rendimientos lograra llegar a sus 60 aportando, una proyección le prometía arañar los $200.-.Por supuesto en ese punto el Estado concurriría con sus fondos, a permitirle alcanzar una jubilación mínima para darle una pátina de dignidad a su sobrevivir. Fondos a los que la compañera y todos los demás expoliados por las AFJP no habrían contribuido en un centavo.
En fin, terminó un sistema que desfinanciaba al Estado, desprotegía a los trabajadores, enriquecía injustamente a empresas que no debían mostrarse eficientes para cobrar sus disparatadas comisiones, y era caldo de cultivo para maniobras como la que terminaron con el procesamiento de los directivos de la ex AFJP Siembra, en desvergonzado perjuicio de su clientela.
Por ello, alzo mi copa en este último día de noviembre.