Una profunda incomodidad recorre en nuestro medio a los economistas voceros del neoliberalismo, a los opositores políticos, a la prensa "bienpensante" e incluso a algún progre infatuado cuando Cristina Kirchner hace alguna reflexión irónica o simplemente crítica sobre la crisis terminal que hoy corroe a la principal potencia financiera del planeta.
Si por un lado ello puede atribuirse genéricamente a la habitual reacción automática de todos ellos ante todo lo dicho o hecho por la primer mandataria, en el caso de las referencias a las dificultades atravesadas por los Estados Undidos hay algo mas: es que la inversión de los términos habituales, según los cuales el gran coloso da lecciones de democracia, de economía y de derechos humanos al mundo, produce una furia que justo es reconocerlo es similar a la que se les despierta a los propios usamericanos cuando quedan descolocados y fuera de su autoimpuesto rol habitual. Durante el interminable recuento de votos que determinó en 2000 la dudosa victoria de George Walker Bush sobre Al Gore, proceso todo tan latinoamericano en su desarrollo y desenlace, una sugerencia dirigida a las autoridades, ignoro si bienintencionada o irónica, por un diplomático hispanoparlante para que se designaran veedores de la O.E.A. en el recuento en Florida generó una reacción destemplada similar a las que vemos por aquí. Claro que siempre es mas admisible ver reaccionar, cuando se cuestionan sus intereses o los paradigmas sobre los que descansa su superioridad moral o material, al patrón que a su mayordomo. Y no otro nivel que el de mayordomos, auxiliares del Imperio tienen, de facto, buena parte de los quejosos de por aquí que luego de acusarnos de estar fuera del mundo, cuando este se incendia y nosotros quedamos en una situación relativa mejor que si hubieramos seguido las tradicionales recetas neoliberales, no pueden concebir que algo se haya hecho bien, que cuestionar el discurso globalizado, aunque sea desde la relativa autonomía de decisión que tiene un país tan condicionado como el nuestro, pueda ser admisible.
La vuelta de tuerca es que los que dicen que alegrarse de una crisis mundial es estúpido, cometen una estupidez mayor como es la de anhelar una crisis en su país. No lo admitirán públicamente pero no hay mas que leerlos o aún de conversar con esa clase de opositores para advertir que confunden sus predicciones con sus predilecciones. Y no es sólo una cuestión académica, de una dicusión que se exacerbe al punto de preferir que nos vaya mal a todos para poder decir "teníamos razón" (salvo en el caso de Caparrós, con quién la explicación mas lela deber ser la real), Es la necesidad absoluta de que la relativa rebeldía al modelo de los Noventa acometida por la gestión K tenga consecuencias catastróficas para justificar que el pueblo vuelva a pagar el pato cuando volvamos a los ajustes, a la política antiobrera y al país para pocos que llevarán a cabo en 2011 si ganan las elecciones o antes, si sus afanes destituyentes se vieran coronados por el éxito.
Para terminar, una opinión sobre el tema de fondo. Es indudable que una crisis financiera mundial tendrá consecuencias en el tráfico comercial y es ahí, principalmente vía descenso del precio de los famosos commodities, donde nuestro país se verá involucrado, en mayor o en menor medida por los acontecimientos mundiales. Pero el el aspecto financiero nuestra supuesta ausencia del mundo, léase nuestro desalineamiento de las recetas del F.M.I. y el abandono de nuestro alienamiento automático con las directivas económicas neoliberales, nos favorecen y no de casualidad. Hoy es mejor Mercosur y Unasur que ALCA y OEA. Con cualquiera de los gobiernos (y sus ministros de economía) que pasaron entre 1983 y 2003 o cualquiera de sus candidatos a remedarlos, estaríamos en el ojo de la tormenta y peor, mucho peor que aquí y ahora.
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